lunes, 19 de marzo de 2012

Humo.



Voz ronca de alcohol. Sobredosis de noches en vela, atrapado en cualquier bar, sumergido en el humo del tabaco. Llorando las penas. Lamentos ahogados en la barra del bar. Avergonzándose, de su reflejo en los hielos. Entre sus manos, agarra el frío tubo de cristal, se lo acerca a los labios y el primer sorbo, de aquella copa, navega por su garganta. Produce un ardor, al que él ya está más que acostumbrado. Un amargo ardor. La marca de agua, dónde antes estaba el vaso, espera con paciencia volver a ser cubierta por el cristal. Una gota se suicida. No sé si fue una lágrima o fue el alcohol derramado al sorber. Busca en su bolsillo. Enciende un cigarro, prende su tiempo, malgasta su vida; inhalando la desdicha, echando el humo de los recuerdos. Otro trago. Otro, otro… ¿Para olvidar? Las luces amarillas tintinean. Los insectos quieren adentrarse en las bombillas. Mueren en el intento. Embobado les observa.


 Otro trago. Otra calada. Las cenizas caen sobre su ropa. –Estúpidos insectos- piensa –Aman la luz y mueren por ella- Otro trago. Otra calada. Irónico. Amar la vida. Y morir por querer vivir demasiado. Pero él no se daba cuenta. La vida te consumió, pequeño. La vida te esnifo. Exceso de vida. Y qué poco viviste. La última calada. El último trago.

domingo, 18 de marzo de 2012

93


Grietas que surcó el tiempo en tu piel. Cicatrices de la experiencia. Huellas de dolor. Recuerdos de sonrisas. El peso de los años en la mirada. La carga de los meses a la espalda.
Tú. Cada cabello gris un millón de historias. Cada palabra recorre tu memoria. Tus manos son mapas que guían tu historia. La historia de tu vida. Sabiduría que no se encuentra en los libros.
Hija, madre, abuela, bisabuela.

Divagaciones...


La lluvia forma charcos de sangre en este ocaso de Noviembre.
El sol despertó bajo un cielo rojo, que anunciaba dolor y tragedia, y se marchaba con las nubes llorando. Llorando sangre.
 De ver a tantos morir.
 Los asesinos eran los ideales. Los ideales matan. Las creencias hacen distintos a los hombres.

Se mata en nombre de Dios, se mata en nombre de la libertad, se mata bajo un lema, se mata por una bandera.

Pero no hay Dios, no hay libertad, no hay lemas ni banderas que puedan enterrar la vida de tantas vidas, humanas o no humanas.

Esta tierra está maldita, muere cada vez que una bandera asesina, cada vez que el dinero manda matar, cada vez que una creencia está por encima de una vida. Sea humana o no.

Invierno


Su cuerpo desnudo estaba envuelto  en el calor de la habitación, debajo de aquellas sábanas violetas, la luz del fuego dibujaba su sombra en la pared. Hermosa. Era joven, con curvas tímidas, en un cuerpo que no había llegado a desarrollarse en todo su potencial. Sus ojos, vidriosos, miraban el techo de madera; perdidos y ausentes, con una capa opaca que quería devorarlos, las pupilas dilatadas no querían mostrar esas esmeraldas que un día fueron los ojos más bellos dónde pude reflejarme. Sus labios, entreabiertos y pálidos dejaban escapar un hilillo de oscura sangre; y en la piel de su rostro, pálida, comenzaban a aparecer los primeros signos de putrefacción. El resto del cuerpo no podía verlo. No quería verlo. Descansaba bajo la roñosa sábana.

Su cabello comenzaba a desprenderse, mechones naranjas caían como hojas anunciando el invierno, y su cuerpo estaba frío, frío como el invierno.
En ese momento, sentí el dolor del Otoño, de la perdida. Su pelo: las hojas caídas; su cuerpo: la fría nieve. Deseé devolverla al calor de la primavera, quería ver como aquella bella muchacha florecía; y la regué con mis lágrimas.

Pero el tiempo no puede detenerse, no podemos jugar con él, el calor se transforma en frío, la vida se convierte en muerte, para que así, después de cada ciclo, podamos volver a ver el maravilloso espectáculo que es la vida.

Aquella, apenas una niña, se  había encontrado con el manto de la fría muerte quizás a muy temprana edad, y este le anunció que ya era su hora, dejando el mismo día de su trágica muerte, un bebé sin madre.
Su invierno comenzó, y la primavera de su hijo había empezado. Una flor no puedo helarse sin antes florecer.

La vida no existe sin la muerte. La primavera no existe sin el invierno. Lo que antes estaba vivo, tiene que pudrirse. Solo así entenderemos el verdadero significado de vivir.