miércoles, 2 de febrero de 2011

Odio

El hedor de tu alma putrefacta, se puede sentir en tus pupilas, tu interior está muerto, MUERTO, al igual que caerá tu cuerpo cuando la nieve tiña al invierno negro.
Negro, como tu alma y tu vida.
Cuando mueras, tus ojos huirán de sus órbitas para no contemplar más tu alma, el reflejo de tu carne.
Tu lengua será arrancada, como muestra de tu arrepentimiento.
Tu piel se desgarrará, para dar el placer, el único placer que sentiré de tu cuerpo.

Y arderás en el fuego eterno.
Odio. Odio. Odio.
Golpeo la pared con mi puño, intentando descargar de mi cuerpo la rabia que siento. Los nudillos se agrietan consecuencia del impacto, de las heridas brota la sangre…
Pero no es esa sangre la que quiero ver.

sábado, 22 de enero de 2011

El Tiempo...


Paso las horas mirando las manecillas del reloj que continúan su curso rutinario, ajenas a lo que ocurre en mi interior.



 Les suplico que paren, que paren. 
Cada golpe seco, cada latido, cada lágrima que se derrumba, que cae lentamente rozando mi mejilla desesperada por encontrar unos labios donde morir. -¿Te oiré?-
Las voces de mi cabeza arañan mi paciencia, corrompen mi alma, quieren arrastrarme a la oscuridad, me atrapan, me ahogan. -¿Te veré?-
Alejo los viejos fantasmas melancólicos, pero sé que pronto volverán a visitarme. Extraños recuerdos que nublan mi mente.

¿Quiero...?

No puedo verte, oírte, ni sentirte. Tan solo leer el reflejo de tu voz.
Tan fría, tan distante.


¿Existe de verdad?
Quizás sea tan solo el deseo que me impulsa a querer desvelar tu rostro. O será un deseo verdadero.
Pero quiero verte, oírte y sentirte.