Paso las horas mirando las manecillas del reloj que continúan su curso rutinario, ajenas a lo que ocurre en mi interior.
Les suplico que paren, que paren.
Cada golpe seco, cada latido, cada lágrima que se derrumba, que cae lentamente rozando mi mejilla desesperada por encontrar unos labios donde morir. -¿Te oiré?-
Las voces de mi cabeza arañan mi paciencia, corrompen mi alma, quieren arrastrarme a la oscuridad, me atrapan, me ahogan. -¿Te veré?-
Alejo los viejos fantasmas melancólicos, pero sé que pronto volverán a visitarme. Extraños recuerdos que nublan mi mente.